Editorial: Seguramente todos recordamos la pegadiza canción infantil “Vamos a contar mentiras”; ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras, tralará. Por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, tralará. Me encontré con un ciruelo cargadito de manzanas, tralará. Empecé a tirarle piedras y caían avellanas, tralará. Cuando se eligió a los 350 diputados de España era en tiempo de paz, no los necesitábamos. Nuestra existencia prevalecía sin ellos, la inercia de siglos, oferta y demanda. Iban un par de días a la semana al Congreso en el mejor de los casos, justificaban que estamos en Democracia y se volvían a casa con sus grandes sueldos. Siempre debajo del retrato del Rey.

¿Como se hace la elección de esos hombres y mujeres de la patria desde todos los rincones de la llamada España de las autonomías?. A dedo. Aquí la secretaria general del PSIB-PSOE Francina Armengol y su guardia pretoriana, al igual de Gabriel Company, designan en una lista sus nombres y apellidos y la trasladan a la Junta Electoral, se imprimen las papeletas y comienza la subasta. No hay listas abiertas, ni segunda vuelta, ni otras fórmulas existentes por otras tierras, nada que indique diversidad, luz o pluralidad. Debes votar desde el primero al último todos de cada papeleta.

Las razones de Armengol y Company, como las del resto de líderes de los Reinos de Taifas de cada territorio español y antiespañol, nunca las explican, son los elegidos de las dos Españas. El digitalizado bipartidismo. Esos futuros diputados y diputadas obtienen el visto bueno de las cúpulas nacionales, por eso el voto no se discute, al margen si lo que se debate beneficia y perjudica a la tierra que representan. La siglas prevalecen por encima de las necesidades de las personas. Autómatas que justifican una fórmula de Gobierno civil.

Por eso de aquellos polvos vienen estos lodos. Se hace recuento en el hemiciclo y se elige presidente. Luego viene el Gobierno de cada época y etapa. Y el Consejo de Ministros y Ministras. Ayer los Jefes del Ejecutivo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, los que tienen cartera y firma en el BOE, decidieron en su sagrada reunión que se ampliaba la prórroga durante un mes y que el acuerdo era entre todos los partidos que habían hecho presidente al socialista el día de la investidura. La izquierda, los regionalistas de cada territorio, el PNV, otros nacionalistas y los independentistas (sobre todo los de Cataluña, por cuadrar la mayoría).

La fontanería política trabaja antes y después del Ejecutivo entre bastidores (no sabemos por los siglos la verdad, la mentira), pero nunca una decisión de Consejo de Ministros firme se anula a las pocas horas y se vuelve hacer nueva de urgencia improvisada. Resulta que era broma, que lo hablado y acordado con Esquerra Republicana (Junqueras y Rufián) no había existido. Era fruto de la imaginación de los plumillas, los de las dos Españas. Lo que querían los Ministros/as era otra cosa, se habían equivocado. Prorrogar el Estado de Alarma solo 15 días y hacerlo acordado con Ciudadanos de Santa Inés Arrimadas. Total las diferencias entre Cs y Esquerra nadie las nota.

Los ciudadanos de este país necesitamos una urgente explicación seria y rigurosa. Si no llega, hay que comenzar a pensar en un Gobierno de Emergencia Nacional y prescindir de los 350 diputados que mienten al pueblo un día si y otro también. Lo que ocurre es muy serio, hay que evitar urgente una Guerra Civil. Se terminaron los juegos.

Son prescindibles, como lo eran hasta de llegar la pandemia, solo han agravado sus consecuencias. Cada decisión nueva es una gamberrada más. Una vez se ponga rumbo con certezas y se olvide este precipicio, deben volver por supuesto sin dudarlo las elecciones, con listas abiertas y todas las reformas que sean necesarias.

Es tan delicado el asunto que nos ocupa, que ayer se reunieron grandes cerebros de este país para plantear una hoja de ruta que evite males mayores y el caos. Han llegado a la conclusión que de seguir así se temen lo peor para todos. Están cansados que nadie les pida opinión como han hecho en otros países. Lo que ven les da vértigo, vergüenza, indignación. No se lo creen.

Las dos Españas no tienen hombres y mujeres de Estado, se nutren de hinchas políticos, que no van a favor del interés general. Ciegos y sordos su objetivo es terminar con el adversario a golpe de pito. En este caso son minoría, representan a 18 millones y somos 47. La mayoría debe levantar la voz, ya está bien. Rafael Gabaldón San Miguel.